Paris fue siempre
una de las metas de nuestro viaje. La “Ciudad Luz” te enamora. Sus cafecitos de
cara a la calle invitándote a tomar un expreso, la arquitectura tan
característica y perfecta que parece una maqueta, las estaciones de subte
conservando su antigua fisonomía, el aroma a baguete y crepes perfumando el
aire de cada esquina, el serpenteo del Sena atravesado por el Pont Neuf, el
Pont del Alma y otros tantos bellos puentes, los museos históricos (París fue
cuna de grandes artistas), las hermosas catedrales, la Torre Eiffel asomando su
cuello cual enorme jirafa entre árboles y edificios, los románticos callejones
alumbrados apenas por faroles, la presumida Champs Elysees y el Arco de Triunfo…
Todo es lindo y romántico en Paris.
Pero las
cosas no fueron tan sencillas en un principio. No habíamos conseguido un buen
hospedaje por Internet y tuvimos que pasar la primera noche en un hotel ubicado
en las afueras de la ciudad, en un barrio que no parecía muy seguro de noche. Por
suerte pudimos conectarnos a través de Couch Surfing con Julien y Laure, una
pareja que aceptó recibirnos por dos noches en su departamento. Resulta que
finalmente terminarían siendo nueve (en dos etapas) los días que compartiríamos
con ellos, incluyendo un viaje en conjunto al Palacio de Versalles. Julien y Laure son casi de nuestra edad y han
sido dos de las personas que más nos ayudaron en lo que va del viaje. Hicimos
una hermosa amistad y esperamos, al igual que con el resto de nuestros
anfitriones, poder devolverles tanta hospitalidad cuando nos visiten en Buenos
Aires.
La primera
tarde noche en Paris fuimos al Trocadero y nos deleitamos viendo la Torre
Eiffel. No hace falta aclarar que casi vaciamos la memoria de la cámara sacando
fotos.
El segundo
día, ya instalados en lo de nuestros amigos, visitamos uno de los lugares que
más nos emocionaron de Europa: la Catedral de Notre Dame. Lo mismo nos pasó con
el Sacre Coeur: no se puede explicar en palabras tanta belleza y grandeza.
Después caminamos a lo largo del Sena y fuimos para el lado de Las Tuileries,
hermosos jardines que desembocan en el magnífico Museo del Louvre. Terminamos
el día sobre el Pont Neuf, admirando ese paisaje increíble que regala el Sena,
sobre todo a la hora del crepúsculo y entrada la nochecita.
El tercer
día fuimos al barrio Le Marais, muy pintoresco. Vimos por fuera el Hotel De
Ville y visitamos su bazar, pero como no estaba lindo el día (frio y lluvia)
decidimos aprovechar y subir a la Torre ya que en días soleados las filas son
interminables. Desde el punto más alto de la Torre Eiffel se puede apreciar el
magnífico diseño de la ciudad, que parece una maqueta. Incluso pudimos sacarle
una foto al edificio de Julien y Laure, ya que esta ubicado a menos de 400
metros de la Torre. Esa mima noche cenamos con nuestros anfitriones unas ricas
pastas con cervezas.
El cuarto
día fuimos a Montmartre, uno de barrios más hermosos y representativos de
Paris. Allí subimos la colina y almorzamos en la Plaza de los Artistas. Luego
llegamos a otro de los lugares más bellos de la ciudad: el Sacre Coeur.
Magnífico, puro, espiritual. Después una pasada por el Moulin Rouge y
terminamos el día tomando cervezas en un bar ubicado en el barrio Le Marais con
Julien, Laure y sus amigos, con los que luego fuimos a comer kebabs: comida
turca a base de carne de parrilla.
El quinto
día visitamos el Museo del Louvre, también antigua residencia de Napoleón, y
nos empachamos de arte en su interior. El museo es inmenso y para ver todas las
obras se recomienda hacerlo en dos o tres días, pero nosotros lo hicimos en una
tarde, porque vimos lo que realmente nos interesaba.
El último
día en París caminamos por la rivera del Sena, el Pont Neuf, el Pont del Alma,
el Champs du Mars y luego fuimos a Les invalides, un palacete que antiguamente
funcionaba como residencia para militares inválidos o retirados. Por la tarde fuimos
a caminar por Champs Elysees y a visitar el Arco de Triunfo. Finalizamos la
estadía en Paris con una cena junto a Julien y Laure y tratando de encontrar
hospedaje en Londres, que sería nuestra próxima ciudad.
Esos seis
días en Paris fueron de lo mejor que nos pasó en el viaje. Pudimos recorrer
muchísimos lugares, hicimos dos amigos extraordinarios, viviendo junto a ellos
la vida parisina, sus noches, sus comidas, sus costumbres, sus ideologías
(tuvimos la suerte de presenciar las históricas elecciones presidenciales en
donde después de mucho tiempo un socialista vuelve a gobernar Francia) y dejamos
una puerta abierta para regresar a esta increíble ciudad. Porque, como dicen,
siempre se vuelve al primer amor. Y después de otros cinco días en Londres
terminaríamos haciéndole honor al refrán y viviendo otros mágicos días en
Paris. Pero esa es otra historia, que se contará a su debido momento.